jueves, 8 de abril de 2010

La historia de una perla que emerge del lodo


Esta historia se remonta a una charla en un viaje en colectivo allá por marzo de 2010. El eje de esa charla fue tan abstracta y bizarra, que finalizó con la intención de reflotar una idea que los integrantes de este programa ya venían calentando desde hacía algunos años: exponerse irremediablemente a nivel público a través de un micrófono. Como toda idea nefasta, nacida de un corto tiempo de digestión y más inmadura que Zulma Lobato a los 13, se llevó a la práctica. El inminente público, chocho, obvio.

En definitiva, dos viles cerdos capitalistas del conurbano sureño, comenzaron a darle forma a un diamante en un mero viaje en “bondi”, para luego agregárseles en no más de una semana, otros dos sátrapas con similares objetivos: seguir puliendo ese diamante en bruto que tenían dentro y que en algún momento debía salir. O algo así. No hallaron otra manera más improductiva que hacerlo a través de un programa de radio. A pesar de no congeniar en casi nada, algo los unió. Algo sólido e indefectiblemente impenetrable los llevó a sentirse afectivamente vinculados. ¿Qué los unió? El anonimato robustecido por el hecho de no mostrar sus rostros por temor a represalias y vergüenza por parte de sus allegados. Si, eso los encaminó a este programa que se expresa con palabras y sonidos, sin nombres ni caras al viento. Ni más ni menos que un retazo de incongruencias transmitidas a través de un micrófono. Es lo que había: finos cerdos y diamantes en bruto, todo junto en un mismo recoveco nocturno. Lo peor de todo es que la radio aceptó la propuesta sin pensar en las personas que estarían del otro lado. Sólo aquí, en la Argentina de la Biblia y el calefón, y sin ir más lejos, el país donde todos somos cerdos y diamantes.

Un cerdo, un diamante.

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